Después de haber tenido una fuerte discusión, corre empapada en lágrimas a su dormitorio a escuchar su música, se saca su poleron, toma su arma de destrucción y hace lo que siente que tiene que hacer para tranquilizarse y aliviar su dolor. Se culpa por todo lo que ha tenido que pasar en la vida desde que nació hasta ahora que tiene dieciocho años, por no tener amigos, por estar SOLA, por perder a quien más amaba, por no tener a nadie a quien abrazar en los momentos difíciles, por estar rodeada de mierda y fracaso. No tiene ganas de nada, ni de terminar su último año en el colegio ni de refugiarse en las cosas que antes hacía o de simplemente luchar por cumplir sus sueños. Le da exactamente lo mismo si su vida termina acá o continúa, siente que la odia, que ha hecho todo lo posible por cagar su vida y meterse donde no debe, más aun cuando tiene terror de llegar a ser igual de loca que su propia mamá, esta situación la pone mal, la desespera hasta llegar el punto de autodestruirse las veces que sea necesario, mira sus brazos que ya están llenos de sangre por los cortes que se provoco hace unos instantes que ella dice que calman su dolor interno. Toma sus cigarrillos y su mp3, arrancándose de su casa por arriba de la reja y nadie se da cuenta de su ausencia. Son las tres y media de la madrugada y está sentada en una plaza fumándose un cigarro y lo único que hace es pensar como mierda retroceder el tiempo para hacer las cosas bien y no puede, lo hecho hecho esta y lo que le queda es solamente aprender de sus errores. Se queda unos minutos paralizada tratando de poner su mente en blanco pero no puede, le sigue el fantasma de quien más debería amar, y en verdad tiene mucha rabia y resentimiento contra ella y contra todo el daño que le ha provocado.
Solo espera el día que ella le pida disculpas por todo lo que le ha causado.
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